La hebilla de su cinturón también era una calavera de plata maciza.

 

María Ramos

 

–Así que eres abogada.

–Sí.

–¿Laboralista?

–Ya no. Dejé la cooperativa.

–¿Y eso?

–Autoexplotarse es antirrevolucionario.

–¿Te puedo robar esa frase?

–¿Robármela para qué?

–Estoy escribiendo una obra de teatro sobre los abogados de Atocha.

–Suena bien. ¿Cómo lo estás enfocando?

–Desde la perspectiva del trauma que arrastra el último superviviente.

–Una comedia ligera, ¿no?

–Sí, jajaja, exactamente eso.

 

Elena es la única de la mesa que no prueba la fondue. Ha superado una enfermedad grave y ahora lleva una dieta muy estricta. Estamos en el lago de Ginebra. Nos hemos conocido en la boda de María y Mathias. Su llamada para invitarme merece un aparte:

 

–Javi, quiero que vengas a mi boda.

–María, qué sorpresa. Claro. ¿Cuándo? ¿Dónde?

–Será en Ginebra. Me caso con un suizo.

–Qué bien. Me alegro mucho.

–Pero hay algo que debes saber.

–Cuéntame.

–Mathias tiene un cáncer en estado avanzado. Los médicos no saben cuánto le queda de vida, pero no será mucho.

–Joder, María. Lo siento mucho.

–Gracias. Pero no te preocupes. Estamos muy convencidos de lo que hacemos.

–Qué gesto más valiente, ¿no?

–Sí, ya me conoces. ¿Cuento contigo?

–Claro.

 

 

El restaurante informal pertenece a Les bains de Pâquis, unos baños al aire libre que María ha incluido en la agenda del fin de semana por la ciudad. Tras salir de una sauna llena de vapor, nos hemos tirado al agua helada del lago y ahora estamos devorando trozos de pan con larguísimos hilos de queso, una forma de comer que no sé si habrá resistido al covid. Elena sigue con su ensalada.

 

–Elena, se me está ocurriendo una cosa.

–Dime.

–¿Te apetece que haga una paella en Sevilla y os invite a ti y a Alejandro? Me interesa mucho saber cómo funcionan los despachos laboralistas hoy en día, y creo que una conversación entre vosotros puede ayudarme mucho a comparar los dos momentos históricos.

–Suena bien, pero tengo a una persona mejor.

–No me digas.

–Sí. Tengo una amiga que sigue dentro de la cooperativa de la que yo me fui. Ella te lo va a contar mucho mejor. Cuando volvamos a Sevilla te la presento y le preguntas todo lo que quieras.

 

Cojo un trozo de pan y enrollo todo el queso que puedo. En la mesa, junto al plato, veo una de las púas que han regalado los novios. Es una púa blanca, y tiene una calavera y dos claveles cruzados. Como Mathias es bajista, han pensado en este detalle cargado de simbolismo. Algo macabro, pero también poético, como todo este fin de semana de celebración de la vida con la muerte asomando.

Brindo con Elena por la entrevista. Me vuelve a la cabeza su cuerpo desnudo, extremadamente delgado, saltando al agua helada con decisión. Me recuerda a algo que me ha contado Alejandro. Él me habló de una poza a la que iba a bañarse de pequeño. Decía que en el fondo había una roca negra en la que se reflejaba el sol. En sus memorias también lo menciona. Dice que la muerte es oscuridad, pero estamos buscando su reflejo luminoso. Esa frase la tengo subrayada.

 

 

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María ahora está haciendo un trabajo maravilloso sobre el duelo que puede verse aquí. Estoy seguro de que pronto se convertirá en un libro precioso que ayudará a muchas personas.

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