Portada apaisada

Vengo en busca de algunas cosas.

 

Alejandro Ruiz-Huerta

 

 

–Me sirve mucho hablar contigo, Alejandro, todo va cogiendo forma en mi cabeza, pero me vendría bien tener también material escrito.

–A eso vamos.

 

 

Dejamos atrás la cafetería y entramos en una librería. El dueño le saluda con afecto. Me lo presenta.

 

–Vengo en busca de algunas cosas.

–Tú dirás.

–Traigo aquí una lista, a ver qué encuentras. Y otra cosa. ¿Tienes mi libro por ahí?

–Creo que me queda algún ejemplar. Espera. Te lo busco.

 

 

El dueño se pierde en la trastienda. Curioseo. Hay mucho libro de Historia, es una librería especializada.

 

 

–¡Alejandro!

–¡Hombre, tú por aquí!

 

Alejandro abraza con fuerza a un hombre alto y delgado con un abrigo oscuro. Deduzco por la charla que es un viejo compañero que ha estado en política. Ahora ya está retirado, y le cuenta a Alejandro sus últimas andanzas yendo a pescar. La cara se le ilumina como a un niño pequeño cuando presume de la cifra de capturas.

 

–A ver si te vienes un día.

–Claro, cuando quieras.

 

 

Los dos hombres se despiden. El librero presencia la escena con una pequeña pila amontonada en el mostrador.

 

–¿Estaba todo?

–Casi. Falta el de Jáuregui. Todavía no me ha llegado. Pero para un rato de entretenimiento te va a dar.

–Sí, seguro.

–Espera, te doy una bolsa.

–Gracias. ¿Tienes un bolígrafo?

–Toma.

 

 

Alejandro separa un libro con la portada roja, lo abre por la primera página, escribe algo y me lo da:

 

–Puedes empezar por aquí.

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